Ayer se inició el juicio contra Federico Jiménez Losantos por injurias contra Alberto Ruiz Gallardón. A la espera que el juez decida si las acusaciones proferidas por Losantos constituyen delito, el comunicador ya ha soltado algunas perlas. La primera de ellas: “Información y opinión no se pueden separar”. Una sentencia bastante cuestionable. En primer lugar porque lo que el periodista considera opinar, es en realidad jugar al jaque-mate con aquellos que le estorban. Y en segundo lugar porque, si bien es cierto que la ideología siempre está presente, no debemos olvidar que el trabajo de periodista, como muchos otros, conlleva una responsabilidad. Una responsabilidad que Losantos ignora día a día al usar su programa como plataforma de adoctrinamiento.
Sin embargo parece que el duro trabajo que ha realizado Losantos como publicitario no le ha dado resultado. Después de hacer el trabajo sucio, el ala dura del PP ha dejado al periodista solo. Presentados como testigos de la defensa, Esperanza Aguirre, Eduardo Zapalana y Angel Acebes han negado que Alberto Ruiz Gallardón sea un traidor.
Que sea un traidor o no poco importa. Lo que de verdad importa aquí, sea o no sea delito, es que Losantos ha traspasado la línea del insulto. Resulta mezquino servirse del dolor de la gente que perdió a familiares en el 11-M. El periodista de la COPE ha llevado a cabo un buen golpe bajo, ha manipulado de manera impune un hecho traumático para la sociedad de este país. Frases como "El alcalde de Madrid no quiere saber quién mata a la gente de 200 en 200 en su ciudad" duelen a cualquiera con un mínimo de sentido común.
Lo que más hiere es que el “justiciero de la COPE” se escude en el humor, según él sus insultos son “expresiones coloquiales, humor”. ¡Qué fácil es ver la paja en el ojo ajeno y que difícil ver la viga en el propio! Es decir, es “abyecto” e “inmoral” pedir que se mire hacia delante pero hacer humor y chascarrillo sobre masacres es una cuestión de justicia. Pedro J. Ramírez ha afirmado que “si condenan a Federico, sería tanto como censurar y retroceder en la libertad de expresión”. El señor Pedro J. Ramírez se olvida de que existe un límite a este derecho, el derecho al honor.
Alejandra Palés